Escribo este artículo porque he notado últimamente que, en general, alrededor del tarot suelen circular posturas que no se corresponden con lo que acontece en la práctica.
Por un lado, algunos gurús de la manifestación aseguran que “no sirve” porque adormece, o que “distrae de la verdadera creación consciente”, e incluso desde ciertas ramas de la psicología se lo descarta de manera simplista. En el extremo contrario, están quienes lo presentan como una excusa para hablar de “brujerías”, “amarres” o de que “la suerte está echada”, como si el tarot predijera futuros inamovibles que solo cambiaran por arte de magia.
En mi experiencia, ninguna de esas visiones refleja lo que realmente ocurre en una lectura. El tarot no es un analgésico que desresponsabiliza, ni tampoco una condena: es un lenguaje de imágenes, símbolos y arquetipos que, bien usado, puede ser una herramienta poderosa de manifestación.
Neville Goddard y la manifestación
Para quienes no sepan a qué me refiero con la manifestación, al menos en mi canal me refiero principalmente a las enseñanzas originales de Neville Goddard, que están disponibles para cualquiera: sus libros se pueden leer gratis en internet y muchos de sus audios y conferencias están en YouTube. No hace falta pagar fortunas para acceder a ellas. Particularmente en tanto a lo que tanto refuerza que uno es todo lo que existe I AM ALL THAT IS, en el sentido de que “la conciencia es la única realidad” y que todo lo que vivimos surge de nuestro YO SOY. Lo que no comparto de la "comunidad de manifestación", si es que tal cosa existe realmente, es el mal uso que algunos hacen de sus ideas, transformando la responsabilidad en culpa y victim blaming, como justificación de malos consejos, o para decirte que hacés todo mal y que te pueden enseñar a hacer todo bien como justificación para vender fórmulas mágicas.
Como decía, en la práctica, el tarot lejos de ser un obstáculo para manifestar, puede ser un complemento muy valioso. Porque toda verdadera manifestación —y toda magia, que no es más que intención y voluntad— no depende de cartas ni de fuerzas externas: depende de lo que cada uno asume como verdadero.
Cuando cambiamos por dentro, todo alrededor cambia también.
“Deja de intentar cambiar el mundo, ya que solo es un espejo. El intento del hombre de cambiar el mundo por la fuerza es tan infructuoso como romper un espejo con la esperanza de cambiar tu cara. Deja el espejo y cambia tu rostro. Deja el mundo en paz y cambia la percepción que tienes de ti mismo. El reflejo entonces será satisfactorio.”
— Neville Goddard, Tu fe es tu fortuna, Capítulo 9
El tarot funciona de la misma manera: si una lectura no nos gusta, no es porque las cartas estén “en contra” ni porque el lector lo decida. Es porque está mostrando lo que estamos sosteniendo dentro, aunque no siempre lo veamos. Tal como expresaba Jung:
“Hasta que no hagas consciente lo inconsciente, este dirigirá tu vida y lo llamarás destino.”
— Carl Gustav Jung, Aion (1951)
Eso es exactamente lo que hace el tarot: vuelve visible lo que estaba operando "en la sombra", en el sentido de que muchas veces ELEGÍS sin saber de forma consciente por qué tal carta o tal otra, pero de alguna manera lo que resuena se convierte en hacer consciente eso que elegiste de forma subconsciente.
Desde el lugar del tarotista esto se ve, o se siente, muy claro: las cartas son siempre las mismas, pero lo que cambia es lo que resuena en ese momento. A veces es un detalle, un símbolo que despierta una asociación inesperada, no hay una voz "sobrenatural mística" ni nada en "otro plano" diciendo cosas raras desde un pedestal astral, ni nada tan estrambótico, sino que es tu propia voz interpretando las imágenes, "traduciendo en palabras" lo que ve, como si las imágenes te hicieran “cosquillas en la mente” y fueran haciéndote decir cómo se unen los símbolos con la pregunta que te hicieron para decir algo nuevo, aunque las cartas sean siempre las mismas. Y esa es, desde mi perspectiva, una de las cosas más valiosas que puede aportar el tarot: no dicta verdades externas, sino que activa en cada persona aquello que ya está listo para salir a la luz, tanto para uno cuando se autolee como para alguien que recibe una lectura sin saber bien por qué le salió tal o cual carta, siempre y cuando el lector tenga la responsabilidad ética de hacerlo desde la convicción de lo que dice y no porque esté eligiendo a propósito las cartas con fines de cobrar extra por remover brujerías o cosas de ese tipo que yo particularmente siempre bloqueo y denuncio cada vez que veo.
Responsabilidad no es culpa
Hay quienes critican al tarot diciendo que genera dependencia o adormece, en el sentido de que puede ser una trampa de quedarse buscando lecturas que solo te digan lo que sí querés oír, pero no pienso que siempre sea así: cuando se usa con claridad, no "desresponsabiliza", ayuda a asumir responsabilidad.
Y responsabilidad no significa culpa. No es creer que todo lo malo que nos pasa es “merecido”. Significa reconocer qué pensamientos o actitudes estamos alimentando hoy y recordar que siempre se puede elegir de nuevo, tal como en las lecturas: cuando nosotros cambiamos, las lecturas cambian; si no cambiamos, las lecturas siguen igual.
Particularmente, en mis interactivos de YouTube siempre muestro las cartas en cámara como para que se vea que sale "lo que tiene que salir": no decido qué va a salir, no acomodo los resultados para que sean “buenos” ni para meter miedo con “trabajos” o “amarres”. Lo que aparece, aparece. Mi tarea es traducir ese lenguaje simbólico en palabras que iluminen posibilidades, sin falsas promesas ni condenas.
“El mundo no puede cambiar a menos que yo cambie. Cuando yo cambio, el mundo necesariamente refleja el cambio.”
— Neville Goddard, Be What You Wish
El tarot es ese reflejo. No dicta un destino: muestra lo que hay disponible hoy para que cada uno decida si lo sostiene o lo transforma.
El riesgo de la repetición
No está mal preguntar qué piensa o siente otra persona. De hecho, esas lecturas suelen ser las más buscadas. El problema aparece cuando las preguntas se vuelven obsesivas y se repiten una y otra vez sin cambiar la postura de creer que esa realidad es la única posible y que uno SÍ PUEDE cambiar la realidad. Lo que en vez de generar claridad, apertura y cambio termina representando el vacío de no poder salir de cierto estancamiento, de preguntar y volver a preguntar lo mismo al tarot esperando una respuesta distinta cuando no cambiaste vos. Y en mi caso al menos así fue como más aprendí: de autolecturas "fallidas" que no se terminaban de reflejar en la realidad, porque la que no hacía el trabajo interno era yo. Por eso el tema de que la responsabilidad no solo está en quien lee, sino también en quien recibe la lectura.
Un ejemplo muy reducido de esto, pero que sirve para ilustrar de forma exagerada —aunque no por eso menos sencilla— lo que digo, se ve en las lecturas de sí o no. Si preparo cuatro cartas —dos para “sí” y dos para “no”— te las muestro en cámara, las mezclo, te pido que hagas tu pregunta y vos como consultante elegís UNA, no es que yo como tarotista sea "acertada" o que no lo sea, porque te dije que todas las cartas estaban en la mesa, en realidad la que vos elegiste es la que estaba disponible para vos pero las posibilidades eran todas, cualquier respuesta es posible porque todas estaban sobre la mesa. En cierto sentido, la persona eligió su propia respuesta.
Pero, como decía, es un ejemplo reduccionista, que ya no hago casi en mi canal porque me parece que un solo sí o no, así seco, mucho no aclara ni sirve de nada, aunque es un gusto personal. Yo prefiero agregar la interpretación del porqué: qué energía sostiene esa respuesta, qué la condiciona, qué puede abrirla o cambiarla. Lo importante no es el resultado en sí, sino lo que revela sobre cómo estamos eligiendo.
El ejemplo venía por el tema de saber que la responsabilidad no está sí o sí de un lado: está en la claridad de quien lee las cartas, pero también de quien las elige. Y también está en quien espera resultados distintos sin cambiar de conciencia, poniendo siempre la responsabilidad en otro: "cuáles son SUS energías, qué SIENTE ÉL por mí", etc., de forma reiterada. En esos casos, el tarot deja de ser un espejo pasivo y se convierte en un ciclo repetido. La lectura no cambia porque la persona no cambia. Y la salida nunca está en la carta, sino en la decisión de transformar lo que se está sosteniendo dentro.
Hacer preguntas implica estar abierto a todas las respuestas. Una consulta como “¿me quiere?” es, en el fondo, una pregunta de sí o no. Si no estás dispuesto a aceptar cualquiera de las dos posibilidades, en realidad no estás buscando una lectura, sino confirmación de una idea previa. El tarot no es un eco que repite lo que queremos escuchar, sino un espejo que refleja con claridad el estado de conciencia en el que nos encontramos.
Una posibilidad, no un destino fijo
Cada lectura es solo una de las posibilidades abiertas en ese momento. No está escrita en piedra. Si cambiamos por dentro, las cartas y la realidad cambian también. Por eso en mis videos interactivos de tarot en YouTube siempre digo: elegí la opción que más te resuene y quédate con eso. Y si nada encaja, dejalo pasar: esa lectura no era para vos.
Si resuena y no te gusta, ahí está la gema, la oportunidad del verdadero trabajo: preguntarte por qué elegís lo que no deseás, y usarlo como oportunidad de transformación.
Decir que “la suerte está echada” es una ilusión. Lo que el tarot muestra no es destino, sino una foto de lo disponible hoy.
Por eso siempre repito: el tarot predice, pero no condena. El tarot no está escrito en piedra.
Todo lo que ves, sos vos
“Vos sos el poder operante. El hombre es toda imaginación, y Dios es el hombre y existe en nosotros y nosotros en Él.”
— Neville Goddard, The Power of Awareness
Todo lo que vemos en la vida no está afuera: nace de nuestro mundo interno. Everyone is you pushed out. El tarot no hace magia por sí mismo, sino que recuerda una y otra vez que la creación empieza en cada uno.
Para ir concluyendo
Personalmente me genera cierta desconfianza cuando se intenta dar al tarot un aire demasiado “espiritualizado” o “metafísico-psicológico”, usando palabras del estilo transpersonal o evolutivo, o presentándolo como una “herramienta de sanación” o incluso como una “terapia alternativa”, como si el tarot perteneciera al campo de las ciencias de la salud mental. En mi opinión, ver el tarot de esa manera es apartarlo de su esencia: nació como un juego de cartas en Italia y, con el tiempo, se transformó en una herramienta esotérica y simbólica, pero nunca en una práctica clínica. Cuando se lo despoja de su carácter propio para vestirlo con etiquetas que no le corresponden, se corre el riesgo de usarlo de manera poco honesta y de convertirlo en un producto más de marketing new age. Por eso, cuando hablo del tarot como herramienta de manifestación, no lo hago desde un lugar de “rebautizar” o de darle "un tono novedoso" marketinero vacío, sino desde lo que me enseñaron mis años de práctica. Me refiero a la manera en que funciona en la experiencia del día a día, tanto como consultante como tarotista: las cartas muestran lo que estamos sosteniendo hoy en nuestra conciencia y nos recuerdan que siempre podemos elegir de nuevo. Si la lectura te gusta, es un refuerzo. Si no te gusta, es todavía más valiosa porque señala qué pensamientos están operando y abre la puerta a transformarlos.
El tarot no dicta destinos ni decide por nadie. El tarot no te dice qué hacer. Solo muestra y recuerda que siempre sos vos quien elige. Porque, a fin de cuentas, el tarot no tiene ningún poder: el poder lo tenés vos.