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domingo, 5 de octubre de 2025

¿Qué es el Tarot?

Escribo este artículo porque había escrito hace un tiempo otro llamado Decir Tarot, y quise retomarlo para profundizarlo con nuevas referencias y detalles que fui encontrando a lo largo del tiempo.


Algunas definiciones preliminares

Decir “tarot” hoy en día es, en principio, hacer referencia a un mazo de cartas muy particular, que contiene una secuencia de 22 láminas llamadas Arcanos Mayores.
La mayoría de los mazos conocidos como tarot incluyen además 56 Arcanos Menores, completando así las 78 cartas que solemos ver en librerías o en la práctica cotidiana.
Sin embargo, lo esencial es lo primero: un mazo que tenga los 22 Arcanos Mayores puede ser llamado tarot; un mazo que no los tenga, no lo es.


Los orígenes en Italia

El tarot, antes que oráculo, fue un juego.
Su antecedente directo es el tarocchi, documentado en el norte de Italia a comienzos del siglo XV.
El registro más antiguo que tenemos data de 1440 en Ferrara, y las barajas más célebres de esa época son los Visconti–Sforza de Milán.¹

En un principio, estas barajas no tenían todavía una estructura fija de 22 triunfos. Algunos mazos podían incluir más figuras en los palos o un número distinto de cartas especiales. Con el tiempo, la serie se estabilizó en 22 triunfos, los que más tarde pasarían a llamarse Arcanos Mayores.²

Los primeros tarocchi no eran un entretenimiento popular, sino encargos de lujo para cortes aristocráticas. Eran cartas pintadas a mano, con láminas doradas y pigmentos costosos como lapislázuli. 

Etimología del nombre

Etimológicamente, la palabra tarot proviene del término italiano tarocchi, usado para designar ese juego renacentista.³
Siendo tarocchi el plural y tarocco la palabra singular que designaba a cada carta, hacia 1530 el vocablo tarocchi sustituyó al anterior trionfi (“triunfos”), y de allí pasó al francés tarot, forma que se consolidó a lo largo del siglo XVI y se difundió al resto de Europa.

Aunque los juegos de cartas de triunfo italianos se conocían bajo nombres como Trionfi o Tarocchi, ya en Francia en 1505 aparece la forma taraux en documentos de Aviñón —“cartes communément appelées taraux”—, un testimonio temprano de la palabra con la que luego se consolidaría tarot.⁴

En documentos franceses del siglo XVI, especialmente en los archivos de Lyon, aparece también la forma plural “tarots” para designar los juegos de cartas italianas de triunfo.
El historiador Thierry Depaulis señala que “le mot ‘tarots’ apparaît dans des documents lyonnais du XVIe siècle désignant les jeux de cartes à enseignes italiennes” (“la palabra ‘tarots’ aparece en documentos lioneses del siglo XVI designando juegos de cartas con palos italianos”).⁵
Esta es probablemente la primera mención conservada de la palabra tarot(s) tal como la conocemos hoy.

En el siglo XVI, François Rabelais la menciona en Gargantúa (1534), donde aparece entre los juegos citados como “au tarau (au tarot)”.⁶


De Italia a Francia: el manto esotérico

Ya en el siglo XVIII, en Francia, Court de Gébelin reinterpretó estas cartas en su obra Le Monde Primitif (1781), afirmando que el tarot provenía del Antiguo Egipto y contenía la sabiduría de Hermes Trismegisto.⁷
Esa idea nunca fue probada históricamente, pero tuvo una enorme influencia en la tradición ocultista posterior. De algún modo, estas lecturas francesas le dieron al tarot un nuevo “manto místico”, aunque muchas veces lo hicieron a costa de minimizar su raíz italiana.

Sin embargo, mucho antes de estas interpretaciones, en la Italia renacentista ya existía un lenguaje visual profundamente simbólico.

El Tarot Sola Busca (1491), conservado casi completo en la Pinacoteca de Brera, fue el primer mazo conocido con las 78 cartas ilustradas —incluyendo los arcanos menores representados con escenas figurativas—, anticipando en más de cuatro siglos lo que haría célebre al Rider–Waite–Smith. Este dato, a menudo ignorado, refuerza la idea de que el tarot, incluso en sus primeras versiones, no fue un simple pasatiempo cortesano, sino una expresión del pensamiento simbólico del Renacimiento italiano: una época donde el arte, la alquimia, la astrología y la stregonería convivían naturalmente.

Surgido hacia mediados del siglo XVII y difundido ampliamente en el XVIII, el Tarot de Marsella unificó los modelos gráficos italianos bajo una estética francesa, convirtiéndose en la base sobre la cual Court de Gébelin, Etteilla y los ocultistas del siglo XIX construirían su simbología.

Y si bien el origen egipcio que le atribuían no se pudo comprobar nunca, en Argentina, el Tarot Egipcio de Iglesias Janeiro (1927) —luego difundido por la editorial Kier— es uno de los más usados.⁸
Aunque no tenga orígenes milenarios ni herméticos transmitidos de generación en generación, no le quita mérito; al contrario: personalmente, me incluyo entre quienes más lo utilizan porque ofrece una precisión y claridad notables. Inspirando a muchos creadores de mazos ricos en simbología e integración de distintas mancias, que los hacen, al menos para mí, algunos de los más exactos a la hora de usarlos como oráculo.

Entre ambos mundos —el juego italiano del tarocchi y la reinterpretación esotérica francesa— aparece el Tarot de Marsella, quizá el más difundido e influyente de todos los mazos europeos, al menos hasta que fue destronado en popularidad por el Rider–Waite–Smith, del que hablaremos luego.


Arcanos y arquetipos

La palabra “arcano” proviene del latín arcanus, que significa “secreto, oculto”, derivado de arcēre (“encerrar”) y de arca (“cofre, caja”).⁹
En la tradición latina, arcanum también se usaba para hablar de misterios o conocimientos reservados.

En los documentos originales del tarocchi del siglo XV, sin embargo, no se usaba la palabra “arcano”.
Las cartas especiales eran llamadas carte da trionfi (“cartas de triunfos”).¹⁰
El término “arcano”, aplicado al tarot, surge mucho más tarde, en el siglo XIX, dentro de la tradición ocultista francesa: Jean-Baptiste Pitois (Paul Christian) lo introduce en L’homme rouge des Tuileries (1863), y poco después Papus (Gérard Encausse) lo populariza en Le Tarot des Bohémiens (1889), dividiendo por primera vez las cartas en “arcanes majeurs” y “arcanes mineurs”.¹¹

Desde entonces, la terminología se volvió estándar en la práctica esotérica y pasó a formar parte del vocabulario común del tarot.

Los arquetipos, según Carl Jung, son patrones universales de la psique humana que emergen del inconsciente colectivo: imágenes primordiales que atraviesan culturas, mitos, sueños y símbolos.¹²
Sallie Nichols, en su obra Jung & Tarot: An Archetypal Journey (1980), explora precisamente esa relación.¹³


De Francia a Inglaterra: el apogeo del tarot actual

A comienzos del siglo XX, en Inglaterra, el tarot tomó la forma que la mayoría de la gente reconoce hoy gracias al Rider–Waite–Smith Deck, creado por Arthur Edward Waite y Pamela Colman Smith, ambos miembros de la Hermetic Order of the Golden Dawn.

Esa innovación fue gracias a Pamela Colman Smith, quien tradujo las ideas simbólicas de Waite en imágenes narrativas accesibles y profundas, dándole al tarot algo que hasta entonces nadie había logrado: una estructura visual coherente donde cada carta podía leerse por sí misma, no solo los Arcanos Mayores, sino también los Menores.

Y aunque eso también trajo el riesgo de limitar las lecturas a un solo “resultado interpretativo posible” —como cuando vemos tres espadas atravesando un corazón, una imagen tan potente que puede volver difícil pensar en otros significados posibles—, también permitió algo esencial: independizar al tarot de otras artes o ciencias ocultas.

En el sentido de que ya no se necesitaba un conocimiento profundo de las artes mistéricas o esotéricas —que siempre aportan, pero hasta ese entonces eran imprescindibles—, como los conocimientos de astrología o numerología para interpretar los elementos astrológios con los palos, o  los valores numéricos de los arcanos menores. Con el mazo de Smith y Waite, la lectura podía apoyarse directamente en la imagen, en la escena que de cada carta, abriendo así el verdadero potencial del tarot como forma de interpretación visual completa y autónoma.

Por eso, el Rider–Waite–Smith marcó, a mi entender, un punto de inflexión: el tarot ganó autonomía.
Ya no era una condición necesaria conocer astrología o numerología para su lectura, porque cada carta —incluso los Arcanos Menores, antes relegados— parecía contener su propio significado visual, abriendo la posibilidad de realizar lecturas menos dependientes de sistemas externos.
Sistemas que, si bien aportan muchísimo, dejaron de ser un requisito indispensable para comprender el lenguaje simbólico del tarot.

Unos años más tarde, Aleister Crowley —también parte de la Golden Dawn— escribiría su crítica al mazo de Waite, con el tono mordaz e irónico que lo caracterizaba.

Traducción de la reseña de Aleister Crowley

(The Equinox, Vol. I, No. 3, 1910, pp. 320–322)

El señor Waite ha escrito un libro sobre adivinación.
No es un tema que despierte demasiado nuestro interés; los métodos de la adivinación se conocen desde hace miles de años, y su aplicación depende por completo de la intuición del operador.

En cuanto a las constantes pomposidades del señor Waite, parece creer que, cuanto más oscuro su estilo y más vagas sus frases, más grande iniciado parecerá.
Tiene la curiosa idea de que insinuar un misterio es lo mismo que revelarlo, y parece pensar que el verdadero ocultismo consiste en ocultar.

Pamela Colman Smith ha hecho diseños muy bellos y sensibles, aunque nuestro gusto más austero habría preferido las cartas sencillas, con sus atribuciones astrológicas y otros títulos ocultos.

Y, por el amor de Dios, Arthur, deja ya tu eterno insinuar, insinuar, insinuar:
“¡Oh, qué grado tan exaltado poseo, si ustedes, pobres profanos no iniciados, pudieran tan solo percibirlo!”.

He aquí tu crítica, Arthur, directa desde el hombro:
Cualquier hombre que conoce la Verdad y la oculta es un traidor a la humanidad;
cualquier hombre que no la conoce, y trata de disimular su ignorancia fingiendo ser el guardián de un secreto, es un charlatán.
¿Cuál de los dos eres tú?

Recomendamos a todo el mundo comprar la baraja, enviar el libro del señor Waite a la cocina para advertir a las mucamas, arrojar por la ventana los Arcanos Mayores y jugar al bridge con los Arcanos Menores, que por sí solos valen el precio del conjunto.

Au revoir, Arthur.

Reseña que, al menos yo, cada vez que la releo imaginando su voz, no puedo evitar reírme en voz alta:

“Y, por el amor de Dios, Arthur, deja ya tu eterno insinuar, insinuar, insinuar:
‘¡Oh, qué grado tan exaltado poseo, si ustedes, pobres profanos no iniciados, pudieran tan solo percibirlo!’.”

Y cuando desliza:

“Recomendamos a todo el mundo comprar la baraja, enviar el libro del señor Waite a la cocina para advertir a las mucamas, arrojar por la ventana los Arcanos Mayores y jugar al bridge con los Arcanos Menores, que por sí solos valen el precio del conjunto.”

Y el sarcasmo sigue siendo tan vigente como la crítica.

“Cualquier hombre que conoce la Verdad y la oculta es un traidor a la humanidad;
cualquier hombre que no la conoce, y trata de disimular su ignorancia fingiendo ser el guardián de un secreto, es un charlatán.
¿Cuál de los dos eres tú?”

(The Equinox, Vol. I, No. 3, 1910, pp. 320–322.)


Aunque quizá se sostendría con más fuerza si casi veinte años después, no hubiese hecho exactamente lo mismo que critica con su propio tarot junto a Frieda Harris: el Thoth Tarot (1944).

Y si bien Crowley es una figura ineludible dentro del ocultismo —tan célebre que incluso aparece en la portada del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles—, en lo que respecta al tarot, el mazo de Waite y Smith sigue siendo el más popular y el más utilizado hasta hoy.

Para cerrar este breve repaso por los miembros que hacen al tarot dentro de la  Golden Dawn, val recordar también que Pamela Colman Smith no solo fue miembro de la Golden Dawn, sino además amiga personal de Bram Stoker, el autor de Drácula, novela que leída en clave esotérica también tiene un simbolismo de una riqueza maravillosa.


Para ir cerrando, puede decirse que, cuando hoy hablamos de “tarot”, en general nos referimos al modelo establecido por el Rider–Waite–Smith.
Si bien existen otro —como el de Marsella—, es ese formato el que se ha vuelto más difundido, reproducido y comercializado a nivel mundial.

En ese sentido, el tarot actual es el resultado de una larga evolución que comenzó en las cortes italianas, se transformó en Francia bajo el interés ocultista y alcanzó su forma más reconocible en Inglaterra, a comienzos del siglo XX.

Tres países, tres momentos históricos y una misma herramienta: un conjunto de imágenes que, más allá de su función original, sigue ofreciendo un lenguaje simbólico a quien decide interpretarlo así.

“Todo arte es a la vez superficie y símbolo.
Quienes penetran el símbolo quedan expuestos a las consecuencias.
El arte refleja al espectador, no a la vida.
Todo arte es completamente inútil.”
—Oscar Wilde, The Picture of Dorian Gray, Preface, 1890.¹⁴

Y le pese a quien le pese, el tarot sí es un mazo de naipes: no tiene “alma” por sí mismo, no “canaliza” espíritus ni “abre portales” de ningún tipo.
Y le pese a quien le pese, el tarot sí es esa estructura que desarrollamos a lo largo de este artículo, y todo lo demás es lo que cada lector o lectora le añade. Como toda herramienta, el buen o mal uso que se haga de él no depende del tarot en sí, sino del operador.
Y quizá no sea casual que su origen documentado esté en Italia, ni que siga siendo tan popular en un país como Argentina, donde la sangre italiana sigue latiendo en los corazones de muchos de nosotros a través de nuestros ascendientes.

📑 Notas

  1. Franco Pratesi, documentos de Ferrara (1440–1442); citado en Michael Dummett, The Game of Tarot: From Ferrara to Salt Lake City (London: Duckworth, 1980).

  2. Ronald Decker, Thierry Depaulis & Michael Dummett, A Wicked Pack of Cards: The Origins of the Occult Tarot (New York: St. Martin’s Press, 1996).

  3. Andrea Vitali, “The Tarocchi Game: Origin and Diffusion”, Le Tarot: Association for the Study of the History of the Tarot, 2012.

  4. Documentos del Archivo de Aviñón, 1505; transcripción en Thierry Depaulis, Tarot, jeu et magie (Bibliothèque nationale de France, 1984).

  5. Thierry Depaulis, “Le mot ‘tarots’ dans les documents lyonnais du XVIe siècle”, citado en The Game of Tarot, op. cit.

  6. François Rabelais, Gargantua (1534), cap. 22.

  7. Court de Gébelin, Le Monde Primitif (Paris, 1781).

  8. Iglesias Janeiro, El Tarot Egipcio (Buenos Aires: Kier, 1927).

  9. Oxford Latin Dictionary, s.v. “arcanus”; cf. Douglas Harper, Online Etymology Dictionary, “arcane / arcana”, consultado 2025.

  10. Dummett, The Game of Tarot, op. cit.

  11. Jean-Baptiste Pitois (Paul Christian), L’homme rouge des Tuileries (Paris, 1863); Papus (Gérard Encausse), Le Tarot des Bohémiens (Paris: Chamuel, 1889).

  12. C.G. Jung, “Instinct and the Unconscious” (1919), en Collected Works, vol. 8.

  13. Sallie Nichols, Jung & Tarot: An Archetypal Journey (York Beach, ME: Samuel Weiser, 1980).

  14. Oscar Wilde, The Picture of Dorian Gray (London: Ward, Lock & Co., 1890), Preface.


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